Un Nuevo Comienzo
Hacía varias horas que no se veía ni rastro de la Fortaleza Negra desde el puente de mando. El crucero se había alejado, y ahora navegaban en un mar de estrellas. Demasiada distancia, para que una vez que se diesen cuenta de su huida pudieran darle caza.
Karl Vane siempre había sentido una profunda admiración por Huron. Un hombre que se había hecho así mismo a base de sacrificio y esfuerzo. Fiel a sus ideales hasta las últimas consecuencias, incluso si eso suponía romper con todas sus ataduras al pasado y forjar su propio futuro a sangre y fuego.
Había servido junto a él en las Garras Astrales, entonces sólo era un campeón al mando de un pelotón de marines, pero la fortuna quiso que estuviese junto a su Señor durante la huida del Palacio de las Espinas. Desde ese momento sus méritos fueron en aumento y poco a poco su nombre fue cobrando relevancia. Durante la fuga de Guilliman de la Fortaleza Negra, el propio Vane, junto con su escuadra de marines consiguieron atrapar a algunos hijos de Ultramar durante la huida. En reconocimiento a su valor y astucia, el mismísimo Tirano de Badab le nombró Campeón Exaltado y le otorgó la vigilancia de los prisioneros Ultramarines, ahora muy pocos, que quedaban.
Pero le había fallado. Ni siquiera con la ayuda de una escuadra de Havocs que se le había asignado había podido evitar que una pequeña fuerza de Ultramarines y Arlquines burlasen su defensa y liberasen y escapasen con los prisioneros. De por si eso tendría unas cosecuencias nefastas, pero Huron también había sido herido en el último enfrentamiento como consecuencia de sus actos, no había tenido otra opción, escapar o enfrentarse a una muerte terrible.
Señor, debe...
No me llames "Señor" - interrunpió Karl Vane apartándose de la cristalera del puente de mando -. No soy "Señor" de nada.
Deberíamos buscar algún planeta donde tomar tierra. La nave no aguantará mucho más sin realizarla unas reparaciones básicas.
Bedroxa era el capitán de la nave, nadie importante. Un pirata más de las decenas de escorias que llegaban a diario a la Fortaleza Negra. Pero se encontraba en el lugar equivocado cuando El Ranger, el rhino de Karl Vane, entró en los hangares huyendo del combate.
Bien, consultad vuestras cartas o mapas o como diablos lo llaméis, pero recordad, no queremos llamar la atención, ¿está claro? - Vane dio unos golpecitos al filo de su hacha mientras bajaba el tono de voz y se aproxima al capitán -, y seguro que tu tampoco quieres llamar mi atención.
Apenas una hora más tarde la nave estaba descendiendo sobre las ruinas de un complejo industrial.
Preparaos para desembarcar - Vane se había reunido con sus hombres en la rampa de desembarco de la nave -. Las reparaciones pueden durar varias horas, y debemos asegurar el perímetro. Encadenad la bestia a El Ranger, le seguirá el ritmo.
¿Es necesario llevar ese engendro con nosotros?
Totalmente - Vane se giró para localizar a su interrogador -especialmente para ti, nos recuerda las consecuencias de fallar a los Dioses.
Se trataba de "Camaleón". Fue llevado como prisionero a la Fortaleza Negra junto a Guilliman y sus hermanos de Capítulo, pero supo adaptarse mejor que otros a la situación, y gracias a algún que otro juramento, consiguió que los Corasarios Rojos confiasen en él y le liberasen, aceptándole entre sus filas.
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