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Los Infames de Vane (V)


 

La Calma...


El capitán Bedroxa ya tenía puesta a punto la nave desde hacía horas, y junto a su tripulación, descansaba tumbado en el exterior, al cobijo de la rampa. Mientras, un par escuadras de Corsarios permanecía en pie sobre la rampa, con los bólters colgando del cinturón y hablando entre ellos.

Cuando aterrizaron en aquel planeta lo hicieron en las inmediaciones de un complejo industrial, en una explanada asfaltada que muchos años atrás habría servido de parking o espaciopuerto. Una débil llovizna había comenzado a caer hacia unas horas.

La calma se rompió cuando El Ranger, el rhino de Karl Vane, apareció en el horizonte zigzagueando por el interior del complejo industrial, esquivando escombros y ruinas que estaban desperdigados. Se dirigía a toda velocidad hacia ellos.

Sobre el casco, los Anhiquiladores de Vane habían tomado posiciones y estaban abriendo fuego indiscriminadamente    contra sus perseguidores, unas bestias metálicas, similares a arañas pero casi del tamaño de El Ranger.

¡¡Joder!! Tenemos que salir de aquí - Bedroxa se había puesto en pie de un salto cuando vio aquello – ¡Encenced los motores y levantad la rampa! ¡NOS VAMOS!

De aquí no se mueve nadie- cuando el capitán de la nave subía apresuradamente por la rampa se encontró con el cañón de un bólter en su frente –, encended los motores y mantened la rampa bajada.

Una de las escuadras de marines entró en la nave con la tripulación mientras la segunda tomaba posiciones sobre la rampa.

El Ranger se encontraba a escasos 200 metros cuando la nave se sacudió y los marines sobre la rampa se cayeron, aunque rápidamente recuperaron la posición. La nave se había elevado unos escasos centímetros del suelo y había rotado sobre sí misma para encarar la rampa en la dirección del rhino y volvió a tomar tierra.

El vehículo chocó contra la rampa antes de comenzar a subirla tan descontroladamente que casi arrolla a los marines apostados en ella, y antes de que se detuviese en el interior de la nave, ésta ya había despegado.



Karl Vane permanecía en pie frente a la pequeña escotilla del cuarto que había convertido en su cuarto.

Apenas se veía la superficie del planeta. Después de la huida, la nave se había situado unos miles de metros por encima del planeta, oculta en unas tormentas, esperando a que Vane decidiese cual sería el siguiente paso.

Arkyn... cada vez que pensaba en aquel maldito nombre, miles de carcajadas resonaban en su cabeza burlándose de él. Desde que aquel maldito payaso se cruzase en su vida, todo había ido mal. ¿Le habrían abandonado los dioses?

Señor, hemos de

¡¡CALLA!! - Vane interrumpió al campeón de su guardia personal, Los Corsos - La próxima vez te mataré - su tono de voz bajó y se relajó -. No soy señor de nada, continúa...

Hemos detectado la presencia de una patrulla enemiga bajo nuestra posición en la superficie del planeta.

¿De qué se trata?

El campeón se acercó hasta Vane y le acercó una pantalla.

Bien... - una sonrisa le atravesó el rostro como un destello - Muy bien... - se inclinó sobre la escotilla mirando hacia la superficie, la distancia y la tormenta hacían imposible distinguir nada -. Decirle al Capitán que ya sabemos cual es nuestro próximo puerto, JAJAJA, preparadlo todo.

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