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Vestal Expeditio (II)


Primer Contacto


Quinto Tulio quería ser cauto. Su joven teniente era aún ímpetu y valentía desenfrenada y aunque tenía ya el respeto de todos por su arrojo, las vidas de todos los hombres es más valiosa que un arrojo estúpido. Quinto era de un semblante feroz. De voz potente y clara, sus letanías infundían una determinación indudable a sus compañeros de armas. Era admirado por todos, y Casius en persona le otorgo el primero de sus sellos. El anciano pronosticaba un futuro prometedor, pero que sería puesto a prueba del destino en la Cruzada Indomitus. 

Había acompañado a varios camaradas a pasar el rubicón primaris y conocer la letalidad del mismo... No todos fueron capaces de soportar los cambios físicos y la trasmutación ideada por Cawl. Él se sobrepuso a la pérdida de amigos y entendía que la fé en el emperador y en el Lord Comandante suponía asumirlas. Incluso de amigos. Su cabeza volvió a centrarse en el terreno que tenían delante. Una forja de manufactura militar que había dejado de emitir señales. 

Las órdenes eran claras. Eliminar o hacer huir de las instalaciones del Mechanichus a los posibles incursores xenos avistados por los exploradores enviados a revisar la instalación y la ausencia de contacto desde el día anterior. Poco más se sabía al cortarse toda comunicación con los Mechanichus encargados.

Adentrarse en los corazones de los grandes hornos , sus emisiones de gases y continuas llamaradas reflejaba en las armaduras de sus hombres un aspecto infernal . Tiñendo el azul de sus armaduras a un purpura más propio de herejes. y los dorados de sus armaduras brillas con un fulgurante destello. Es probable que no pasaran desapercibidas las unidades del teniente Adriano.  El iba al mando de la unidad veterana. Rango ganado sin duda alguna en la defensa de Vigilus. Otra unidad de Asalto era apoyada por una unidad de Erradicadores desde la retaguardia. Ante la dificultad de imaginar el alcance de la amenaza Xenos, era mejor no confiarse.

Adriano sentía fuego en cuerpo. No sólo por el opresivo ambiente si no también por la tensión del posible encuentro con lo desconocido. Era un joven altivo y temerario, pero buen mando. Siempre atento y preocupado por sus tropas. A pesar de ello tenía claro que su fin era dar la gloria por el Lord Comandante. 

Mientras ordenaba a la escuadra de asalto posicionarse en unos barracones divisaron un brillo metálico y unas voces que reflejaban el mismo vacío del universo al hablar. Un lider Necrón con sus destructores estaba en medio de la plaza de control de la instalación. Posiblemente en un intento de sabotaje. 

Necrones en una posición abierta, solicitamos eliminación. Tropas en posición. 

El ruido era ensordecedor. Apenas se pudo escuchar la orden de confirmación. Eliminación inmediata. 

Adriano miró a Tulio, vislumbró en el fuego de los ojos del joven teniente sus siguientes acciones. No tardó en ordenar un avance a campo de los intercesores de Asalto. Ni una muestra de duda, ni un paso de menos dejaron esos soldados en su avance. Raídos entre las centellas de viruta incandescente y el suelo arenoso y cobrizo de la ceniza de los hornos. Los Xenos actuaron sorprendidos ante el fulgurante ataque de la escuadra armada con espadas sierra que emitían un ruido tan ensordecedor como el de la misma maquinaria que debían de proteger. 

La escuadra veterana avanzó con ambos líderes. Las palabras de ardor de Tulio se perdieron entre el martilleo de los yunques y las explosiones de los incandescentes hornos de manera que no tuvieron el efecto que en otras ocasiones hubiese causado sobre sus hombres.

Ira y fuego, coraje y honor. Por el Lord Comandante, por Macragge, Por el emperador!

Unas criaturas parecidas a escarabajos gigantes blindados protegieron una primera andanada de las escuadras de Adriano Celso. El arrojo de los Ultramarines no intimidó al Líder Necrón ni a su guardia, unos Destructores. Seres entre los vivos y los muertos, cuerpos metálicos imbuidos de una vida perversa y ajena a todo lo que representa la humanidad y su existencia vitalista. Ojos de una profundidad desgarradora y un brillo que hiela la sangre a cualquier hombre. Pero los Ultramarines no son hombres cualquiera. Son la élite y referencia de los capítulos de Astartes del Emperador. 

Los Erradicadores consiguieron eliminar a uno de estos seres junto a la multitud de arañas que desaparecía fundida en plasma de sus melta. El combate se preveía salvaje. 

A pesar del arrojo, la escuadra de asalto no resultó rival para el el Líder Necrón y su guardia. 

No eran los únicos problemas de los Ultramarines. Tulio se percató tarde del taimado plan de los Xenos. En su vanguardia apareció una unidad de guerreros necrones junto a una especia de ente malévolo actuando sobre esos seres de metal viviente. El contrataque fue letal. Perecieron dos de los Erradicadores y varios miembros de los veteranos resultaron heridos al suelo. El señor Skhorpe degolló a los asaltantes sin que una sola espada sierra hiciera mella en su cuerpo. De un metal tan brillante que parecía reflejar el mismo universo sobre su exoesqueleto. 

Los caídos hicieron que las palabras de Tulio resonaran con una fuerza como si el emperador mismo manejara sus pulmones. La ira embargó el corazón de los veteranos supervivientes y de Adriano Tulio derribando a los guardaespaldas del jefe Xenos con disparos, lo que dejó un asalto franco e inesperado sobre el confiado Líder Necrón. 

Todos los rivales vieron como el arrojo de los veteranos chocaba con el potente Xenos, Adriano Celso no logró más que herir levemente al Jefe Skhorpe que parecía ver una victoria épica frente a los despreocupados marines. 

No contaba con Quinto Tulio. Dos golpes de su Cruzius fueron de una brutalidad tal que parecía que el mismo emperador empuñaba el arma. El tercero fue de una resonancia ensordecedora, desplazando al Líder Necrón varios metros. La ira que se reflejaba en los ojos del Capellán se asemejaba al brillo de 100 soles.

No mercy!!

Y las tropas volvieron a cargar con el mismo arrojo anterior. 

Los necrones realizaron una retirada fulgurante recogiendo el cuerpo de su Líder ante la avalancha fanática de los Astartes, desapareciendo de la planta de forja que volvió al control del Imperio. El recuento de bajas supuso un pequeño varapalo para Adriano pero el Apotecario de apoyo que les acompañaba, al poco tiempo pudo recuperar el material genético de los compañeros caídos y recuperar al resto en unos días.

De nuevo Adriano Celso y Quinto habían logrado una victoria. Su arrojo resuena en todo Macragge.

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