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Los Infames de Vane (IX)


Primer triunfo. Enfrentamiento


Con la ayuda de Grigori Yefimovich, Vane había logrado preparar una emboscada a los necrones que le había hecho salir huyendo en varias ocasiones, Los Seguidores del Profeta del Vacío, pero esta vez sería distinto.

Callaros estúpidos - el grito mudo de Karl silencio a los Bucaneros, una de sus pequeñas unidades de marines, menos experimentados pero más silenciosos que Los Corsos, su escolta habitual. Si esos pobres estúpidos supieran que solo serían un cebo...

Se habían escondido tras un antiguo depósito, debía esperar a que su enemigo estuvieran más cerca, 

Cuando los necrones se aproximaron, Vane, calculadamente hizo salir y avanzar a los Bucaneros. Poniéndose a tiro de los necrones. Veinte cabezas metálicas se giraron al unísono, veinte armas se alzaron al unísono, la calle entera se ilumino con el brillo de una estrella y cinco cuerpos al unísono cayeron al suelo.

Al final de la calle se pudo escuchar el zumbido seco de unos cañones girando, sabía que se trataba de sus Aniquiladores. El líder de los Infames empuñó su hacha y la alzó hacia uno de aquellos robots con una túnica dorada, tenía una deuda, y comenzó a correr hacia él.

Aquel robot se escondió entre las filas de los guerreros, pero fueron diezmados con el fuego de los Aniquiladores.

Cuando Vane alcanzó a su rival fue demasiado fácil y el empuje le hizo, no solo cobrarse venganza, si no llegar hasta las filas de los guerreros necrones.

Pese a los ataques que sufrió logró sobrevivir y acabar con aquella amenaza. El Líder Supremo Necrón, ante la visión de que toda su escolta había caído intentó escapar, pero el hacha de Vane estaba sedienta, y aunque aquellos seres carecían de sangre, la muerte y la gloria también eran buen alimento.

Pero la paz que sigue al éxito duró poco, y más filas de aquellos seres robóticos se acercaban entre las ruinas de aquel complejo industrial. En ese preciso instante llegó El Ranger con refuerzos para evacuar a los Infames.

Pero para Vane ya no existía línea entre la gloria y la sensatez, y no quiso retirarse. Recuperó el aliento tras un edificio, y cuando decenas de guerros necrones aparecieron ante el Rhino, ordenó desembarcar a sus Aniquiladores para que preparasen el campo de batalla para una carga gloriosa, en la que una vez más, Vane logró terminar con el líder de aquella avanzadilla, aunque eso le supusiese graves heridas.

Evacuado por sus hombres a hombros, al fin parecía que los dioses, o al menos alguno de ellos, se fijaban en él.


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