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Los Infames de Vane (XII)




Renacer


La llegada al Sector Industrial Kappa fue tan desastrosa como su llegada al planeta, especialmente para su líder. En cuanto desembarcaron fueron emboscados por una patrulla de Lobos Espaciales, los Cuchillos del Lobo.

El ataque fue devastador y las tropas de Vane fueron arrasadas, fue tan feroz el ataque que no pudieron ser evacuados por Bedroxa, el capitán de la nave que secuestraron en la Fortaleza Negra durante su huida.

Vane fue herido de gravedad, y una profunda herida en el costado izquierdo le incapacitaba para combatir a su mejor nivel, no era grave, al menos por ahora, pero no podía seguir así.

Malditos perros imperiales - la voz de Vane sonaba cansada y agotada, había logrado escapar una vez más de la muerte gracias al Ranger, su rhino particular, y a sus Corsos, su escolta personal -. Contactad con Bedroxa, ¡YA!, preguntadle que ve desde arriba, necesitamos refugiarnos.

Ya lo hemos intentado, pero no hay manera, las antenas han sido dañadas durante el combate y no podemos emitir ninguna señal.

Vane miró a su alrededor dentro del vehículo, un par de Anhiquiladores, algunos de sus Corsos y justo detrás del conductor, una figura alada.

¡Mi querido amigo Grigori! - el hechicero se giró al instante -. Bonitas alas. Ya habéis escuchado que estamos ciegos, y sordos... - el comentario hizo reír a todos, bueno, a casi todos.

¿Estás insinuando que

Las palabras del hechicero fueron cortadas de manera tajante.

¿Insinuando? Eso significaría que vuestra opinión me importa, y no es el caso. Tenemos las comunicaciones inutilizadas y no hay manera de contactar con Bedroxa, y esta puta herida no deja de sangrar. Saldréis fuera y daréis un paseo por el cielo, y más os vale volver con algo que merezca la pena.

¡No pienso salir! Quizás esos lobos nos sigan la pista, o alguien me vea. ¡Podríamos estar rodeados de enemigos y no lo sabríamos!

Quizás,... - Vane se acercó al hechicero agachado para no dar con la cabeza en el techo del vehículo -, podríamos... - se llevo la mano al costado donde un hilo de sangre se deslizaba sobre la armadura -, ¿Quién sabe lo que puede pasar? - se llevo la mano libre a la empuñadura de la pistola de plasma y la desenfundó -. Pero hay una cosa que es segura, lo que te pasará aquí dentro.

La boca del cañón de la pistola se poyó ligeramente en la frente de Grigori, mientras una luz eléctrica iluminaba el interior del vehículo.

Mi confianza en ti, comienza a flaquear - Vane acercó su rostro al hechicero -. Pero todos, en ocasiones, decimos cosas de las que después nos arrepentimos, y yo se que ya estás arrepentido.

El hechicero tragó saliva y con un movimiento rápido, Vane volvió a enfundar la pistola.

Volarás y volverás, no hace falta que llegues a las nubes, tranquilo. Sólo unas decenas de metros. Pero, igual que te has arrepentido ahora...quizás, cuando estés allí afuera, lejos de mi pequeña - Vane casi susurraba mientras acariciaba la empuñadura de su pistola -, podrías arrepentirte de nuevo y huir.

Apenas unos minutos después, el rhino se detuvo junto a un edificio, lo que fue un edificio, pues ya sólo quedaba una pared en pie. Las dos puertas superiores del vehículo se abrieron al unísono con un fuerte chirrido y el hechicero alzó el vuelo con fuerza. Tenía una cadena atada a uno de sus tobillos, Vane pisaba el otro extremo de la cadena mientras veía como se alzaba.



Unos minutos después Grigori regresó. Parecía tranquilo, buena señal de que no había enemigos cerca. Se quedó de pies en la parte superior del vehículo mientras uno de los Corsos retiraba el candado y la cadena.

¡Bienvenido viejo amigo! - Vane saludó al hechicero mientras se encaramaba al rhino junto al hechicero -. ¿Qué habéis visto en vuestro paseo?

Grigori miró de soslayo al líder de los Infames.

Un grupo de humanos bajaba por la ladera de aquellas montañas, no parecían muchos, una decena aproximadamente.

Bien, muchas gracias - Vane hizo el amago de volver a entrar en el vehículo de un salto, pero se llevó la mano al costado acordándose de la herida sangrante - Vamos a buscar información, seguro que esos humanos saben algo.



Un tiroteo rompió la quietud y el silencio de los alrededores. Todo ocurrió muy rápido. Asaltaron a aquellos humanos acabando con todos menos con uno de ellos.

Vane, apenas pudimos sacarle información - el Corso que se dirigía a Vane limpiaba el filo de un puñal ensangrentado en un trapo que después arrojó junto al cadáver -, hablan una especie de dialecto mezclado con bajo gótico.

¿Algo interesante? - Vane se había acercado hasta el cadáver y con la punta de su boca apartó a un lado la gabardina, dejando a la vista un pequeño cordón de color pardo  que se perdía en uno de los bolsillos interiores de la prenda.

Hizo un dibujo sobre un roca rallándola con una de las vainas de bólter - mientras el marine seguía informando, Vane se había agachado junto al cuerpo inerte deslizando sus dedos sobre el cordón -. Realizó una especie de mapa de la zona indicando algunos puntos que podría indicar lugares de interés.

Introdujo la mano en el bolsillo interior donde terminaba el cordón. Una estrella de ocho puntas, bastamente forjada, y sin ningún cuidado. El material no parecía de gran calidad, pero le llamó la atención unos débiles reflejos que hacía entre verde y azul, color turquesa o jade. Se conoce que alguien les ha encontrado antes que nosotros.



La herida del costado no dejaba de sangrar, levemente, pero el flujo no paraba, y el traqueteo del rhino entre las ruinas no ayudaba absolutamente en nada.

Finalmente el vehículo se detuvo en un pequeña explanada asfaltada. Algunas líneas amarillas sin color, pintadas en el suelo, indicaban que había sido un parking. Al otro lado de la pequeña explanada se levantaba un edificio de tres plantas.

Hemos llegado - el conductor se había girado en su puesto para dirigirse a Vane -, este es el punto donde dibujo una serpiente enroscada en un asta.

Con una leve mueca de dolor, el líder de los Infames se incorporó apoyándose en uno de sus Corsos y se asomó por una de las escotillas.

Se trataba de lo que se había imaginado. En la azotea del edificio dos serpientes, una blanca y una roja se enroscaban en torno a un báculo coronada por una calavera y el símbolo del Aquila Imperiales, era inconfundible.

El edificio había pertenecido al Officio Medicae, aunque ahora no era ni una sombra de lo que fue. El ladrillo rojizo del exterior había sido erosionado y ahora era de un tono ocre grisáceo. Las ventanas y puertas había sido arrancadas todas, no quedaba ni una sola  en su sitio, pero no por ello se veía el interior del edificio, pues todos y cada uno de esos huecos habían sido cubiertos desde el interior. Quizás alguien lo hubiese intentado utilizar como fuerte, pero se trataba de una posición demasiado expuesta.

La voz del hechicero sonó burlona.

¿Pensáis encontrar algo allí dentro? Jajajajaja, no se ni como sigue en pie.

Llevó horas aquí dentro metido y tampoco he encontrado nada que me ayude - Vane volvió a entrar al vehículo cerrando la escotilla tras de si y se dirigió a sus hombres -. Estableced un perímetro de seguridad en torno al edificio y reparad las comunicaciones, necesitamos contactar con Bedroxa, este pájaro no vuela muy alto - bromeó mirando a Grigori -. Informad por los vox de nuestra posición, debemos reagruparnos y recuperarnos del encuentro con los putos lobos, que todos los hombres que están dispersos se reagrupen en la zona.

¿Quieres que exploremos el edificio? - había hablado el campeón de los Corsos llevándose la mano derecha a la empuñadura de su espada sierra.

No hace falta, como ha dicho mi amigo Grigori, no habrá nada allí dentro, de modo que será el quien me acompañará - un murmullo de risas recorrió el interior del rhino.



Vane derribó la puerta del edificio de una patada y se apartó a un lado rápidamente por precaución. Detrás de él, Grigori estaba apoyado contra la pared. Unos segundos después, Vane apartó la mirada de la puerta y la dirigió a la empuñadura de la espada del hechicero.

Recuerdo, cuando nos conocimos, que vuestra espada emite una tenue luz azulada - y mostrándole su arma continúo -, en cambio mi hacha es basta y tosca. Humildemente consideró que deberías encabezar la marcha - su voz sonó de todo menos humilde.

La "invitación" había sido demasiado explícita para rechazarla, y Grigori desenvainó su espada y la alzó al frente mientras cruzaba el umbral de la puerta.

El interior del edificio no era tan oscuro como supuso, todas las ventanas estaban selladas con tablas y chatarra, pero de manera muy burda, y la luz se filtraba débilmente. El pasillo era largo y ancho, no cabía duda de que había sido un hospital o algo similar.

A lo largo del pasillo se encontraba alguna especie de camilla volcada, pequeños armarios... Las puertas habían sido arrancadas todas, y por lo visto alguna había servido para cubrir las ventanas. A cada lado del pasillo se distribuían habitaciones idénticas, al menos en tamaño, ya que mientras unas estaban completamente vacías, otras amontonaban restos de muebles apilados, incluso vieron una habitación con varios jergones por el suelo.

Parece que si vamos a encontrar algo aquí... - Vane sonrió, y la luz azulada de la espada del hechicero se reflejó en el filo de su hacha cuando pasó juntó a él para colocarse por delante mientras desenfundaba su pistola.

El hechicero copió el gesto de Vane y desenfundó su pistola bolter. Continuaron avanzando por el pasillo en silencio, no se escuchaba nada en absoluto, la calma era total.

Una luz blanca con la fuerza de un estrella iluminó el pasillo. Sus ojos acostumbrados a la oscuridad  quedaron cegados al instante, en apenas unos segundos sus armaduras de astartes reajustaron los visores.

El pasillo volvió a quedar en penumbra, pero las formas del pasillo habían cambiado. En las habitaciones vacías había sombras, en los montones de muebles había sombras, en los restos de basuras había sombras. Todas las sombras empuñaban un arma que les apuntaba. Vane les reconoció rápidamente. Humanos, insignificantes pero numerosos, demasiados.

Un leve sonido, seco, constante y periódico comenzó a escucharse en el interior de una de las habitaciones surgió un ser amorfo. Caminaba encorvado y desnudo de cintura para arriba, pero no era él quien hacia el ruido.

Tras él surgió una figura imponente, algo más alta que Vane, pero no mucho más. De su espalda salían unos brazos metálicos similares a las patas de una araña que no dejaban de moverse constantemente, en su mano derecha se apoyaba en un báculo, el cual, al golpear en el suelo, producía un ruido seco, constante y periódico.

Bienvenidos, a mi humilde "hospital" - aquella figura caminaba hacia ellos mientras todas y cada una de las armas que habían surgido de las sombras les seguían apuntando. A medida que se acercaba, las líneas se volvían más definidas, una armadura astartes.

¿Qué hace un astartes aquí, rodeado de humanos? - Vane no había bajado su hacha ni la pistola.

Sois vosotros quienes habéis sitiado mi casa, quienes habéis derribado la puerta, y aún más, ¿Os atrevéis a hacer preguntas? - el extraño continuaba acercándose hacia ellos despacio.

La escasa luz que se filtraba a través de las llegaba débilmente al pasillo, pero algunos rayos lograron llegar hasta el desconocido.

Vestís el púrpura - a Vane no se le escapa ni un sólo detalle -, pero le cubrís con pieles, con jirones. ¿Qué clase de astartes, esclavo del trono o libre, se esconde con humanos y se avergüenza de su heráldica  y la oculta?

Yo. Y decirme, ¿qué clase de astartes se aventuran solos en lo desconocido? ¿Decirme, por qué no debería poner fin a este interrogatorio? Me haces preguntas cuya respuesta es irrelevante para vuestra situación, preguntas cuya respuesta no os conduce a la salida. Pensad bien la próxima pregunta, una pregunta que despierte en mi el interés porque esta conversación prosiga.

El extraño se encontraba cerca de ellos, tan cerca que la tenue luz azulada de la espada de Grigori, todavía alzada, permitía distinguir sus rasgos faciales.

Fabius... - la voz del hechicero fue apenas un susurro.

Vane se giró bruscamente hacia su acompañante, y un dolor le recorrió el costado donde estaba aún la herida sangrante, obligándole a llevarse de manera refleja la mano que empuñaba la pistola. Grigori había bajado la espada y su cara era la viva imagen del desconcierto y la sorpresa. Cuando volvió la vista hacia el desconocido, este ya estaba a penas a un palmo de él y los brazos metálicos de su espalda apuntaban al rostro de Vane mostrando amenazantes agujas, sierras y tijeras.

¿Qué es lo que quieres? - Vane escupió todas y cada de las palabras.

¡Por fin! Una pregunta correcta.

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