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Los Infames de Vane (XIV)



Final


Vane consultó de nuevo la ruta. Apenas unos cientos de metros más y llegarían. 

Su pacto con Fabius terminó cuando entregó al Vidente Eldar, como recompensa había recibido unas coordenadas, donde según le habían dicho los habitantes del planeta a su servicio, se encontraba una especie de tesoro o reliquia oculta. No sabía de que se trataba, pero según la leyenda, su portador gobernaría sobre sus semejantes. Poder.

Unos puntos rojos parpadearon en el panel del pequeño radar instalado en el Rhino. Parece que alguien se les había adelantado. Los puntos se movían muy rápido. No podía ser, otra vez.

Habéis visto lo mismo que yo, sabéis perfectamente a lo que nos vamos a enfrentar.

El rugido de las espadas sierras inundaron el interior de El Ranger acallando el ruido del motor. La rampa comenzó a descender y Grigori salió disparado desplegando sus alas, pero cuando apenas se alzó unos centímetros del suelo, algo impacto en su ala y le hizo caer al suelo envuelto en una nube de polvo.



Cuando los primeros Corsarios abandonaron el Rhino fueron asaltados por una manera multicolor de filos y cortes, y tan pronto como descendieron fueron sacrificados para regocijo de Cegorach.

¡¡SUBID LA RAMPA!! - la orden de Vane se cumplió de inmediato, pero pese a la muerte de algunos de sus hombres su voz sonó alegre y divertida -. Desatad la tempestad.

Un instante después decenas de impactos golpearon el chasis del vehículo como la lluvia golpea una ventana, incansable y constante. Ninguno de los proyectiles era lo suficientemente fuerte para atravesar el blindaje, pero la piel de sus asaltantes no era tan resistente y la masacre fue tal, que la sangre arlequina se deslizó hasta el interior del vehículo, goteando a través de grietas y juntas. Cuando la lluvia de muerte cesó, Vane miró a través de los periscopios, solo había cadáveres. En la distancia, junto a un depósito de algún líquido, la posición de los Aniquiladores de Vane era delatada por unas finas columnas de humo que surgían de la bocas de los cañones.



Sus planes habían salido a la perfección, bueno, la muerte del hechicero no estaba prevista, pero tampoco le importaba mucho, sabía que a largo plazo sería un problema. El sacrificio de sus hombres había servido para quitarse de en medio un buen número de molestos arlequines, ahora avanzaba hacia el resto de orejas picudas que huían mientras entre las ruinas surgían sus refuerzos, tribus locales y engendros que servirían de carnaza.



Esa vez sería distinta, pero ¿puede un simple mortal tener un plan mejor que el Dios Burlón?

Cuando enfilaron una avenida fueron emboscados por unas motos voladoras gravíticas. El Ranger soportó todo lo que pudo el castigo de las armas de fusión, pero finalmente quedó reducido a un montón de metal líquido burbujeante.



Los Corsarios, y el propio Vane, habían abandonado el vehículo cuando más que protección, este solo les ofrecía una muerte segura, Estaban solos. Toda su fuerza se encontraba esparcida por la avenida. El que no estaba muerto se encontraba agonizando, y entonces le vio. Aquel arlequín...Arkyn... El protagonista de las representaciones pesadillescas de sus sueños. El mundo se detuvo y el tiempo pasó lento, sabía que no tenía escapatoria, estaba condenado, y su vida solo valía lo que pudiese arrastrar con él.

Persiguió a aquel ser a través de unas ruinas hasta que llegaron a la azotea del edificio. El escenario era inmejorable, alzados por encima de la masacre que se producía en la avenida, una danza de muerte interpretada por dos actores encarnando el papel de enemigos. Una obra cuyo final escribían en cada finta y estocada, en cada arco y parada. Visto en la distancia era la más hermosa y salvaje coreografía jamás interpretada, pero solo uno de ellos se había preparado el papel y logró una interpretación digna del fin de su enemigo.




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